Cultura

Dignidad es dinero, no trabajo

por José Santos

– El Señor Dos –Huaman- sigue reunido con la ONG “Por un mundo sin muertes” y con los diputados nacionales. Pidió que lo espere en la oficina de atrás.

Dice la secretaria a Betty Blue que le muestra una sonrisa falsa. El nuevo Señor Dos trae sorpresas. Aunque en verdad está desorientada. Esa reunión es un sarcasmo que no puede decodificar. Hay un asunto Betty Blue, ven a verme, dijo Huaman y cortó la comunicación. Un asunto…, ¿qué diablos quiso decir? Solo ruega que no la culpe por la enfermedad del Big Boss.

En la sala de directorio, Ticher Huaman, como nuevo CEO de Valdivia, dice:

– Señores diputados, la droga existe porque este mundo fabrica infelices a montones. La droga los mata…¿y? Eso no les importa. ¿Para qué vivir más si cada vez viven peor?

Un murmullo de desconcierto surge entre diputados nacionales y ejecutivos de la ONG.

– El problema no son las drogas ni los traficantes. El problema son los agobiados, los desesperados, los marginados. Se drogan para vivir. Entonces… ¿los matamos? Nadie quiere eso. Les diré lo que hay que hacer: legalicen las drogas.

Mientras tanto, en el fondo del pasillo, Betty Blue y León Quispe esperan en el depósito. León Quispe deja los bolsos sobre el piso. Betty Blue pasa a un minúsculo baño, con la excusa de retocar su maquillaje. Esnifa dos líneas. Se aplica rouge labial.

Minutos después, el mismo Ticher Huaman ingresa al depósito y saluda escuetamente. Betty Blue camina con un contoneo de sus caderas hasta su silla. Cruza sus piernas bronceadas.

– Tu secretaria está confundida… dijo que estabas reunido con la ONG “Por un mundo sin muertes”. –Suelta una risotada estruendosa.

– No está confundida. Les ofrecí financiación. – Huaman contesta sin quitar su vista de unos papeles.

-¿Dinero? –Insiste: -¿A una ONG que lucha contra la violencia? Debe ser una broma…

-Es un plan simple: legalizar las drogas. Eso nos quitará presión. Los diputados que apoyan a la ONG son mi gente. A los políticos, mejor tenerlos con dinero en la mano. Y después apretarle el cuello.

Sobre una mesa de vidrio, León Quispe pesa el primer bolso lleno de dólares. 2358 gramos. Jesús Rocosso canta el peso. Luego el segundo bolso. 2442 gramos. Huaman suma.

-Son 4800 gramos. Dan cuatro millones de dólares.

Ticher Huaman la invita con un mate frío. Aunque Betty Blue detesta el mate frío, le provoca retortijones y acidez. Acepta. Sorbe un trago.

-Iré al grano, Betty Blue. El Club de la Serpiente tiene un Big Boss y se llama Umberto Valdivia. Hay gente que olvida eso como ignora el efecto orbital de la Tierra alrededor del Sol y no distinguen el día de la noche. Si tu vivieses en el Ártico, esa falta de distinción, te resultaría fatal –hace una pausa, para otro mate. Betty Blue dice:

-No sé porque me cuentas esto.

-Porque Frodev lo olvidó y acabó sin su cabeza. Y a ti te aprecio, no quiero que tú pierdas la tuya. Igual de fatal será para ti y tus clientes que no respeten las nuevas normas. Violencia cero. Compórtate como una empresa seria –le regaña Ticher Huaman- apañaste los escándalos de Dallys Sotelo, a la que aún sigo buscando. ¿Acaso sabes donde se esconde?

Betty Blue lo niega enfáticamente.

-Si la proteges, Big Boss, ya sabes…

Huaman le recuerda las extorciones de Dallys Sotelo, los parroquianos violentos, la sobredosis de un empresario. Betty Blue mientras la sermonean, piensa en los cuatro millones de dólares que acaba de pagar, cuando escucha la advertencia final.

-Un incidente más, y el cabaret cerrará sus puertas. Definitivamente. –Acto seguido, Huaman muestra una sonrisa abierta y amable.

Sin el cabaret Betty Blue no es nada. La advertencia no es para el Cabaret, sino para ella. Entiende que el Señor Dos quiere marcar su autoridad. Acepta la directiva sin ensayar queja o defensa. Al cabo aún no le conoce sus intenciones ni sus enemigos ni sus aliados. Ya buscará el modo de deshacerse.

***

Desde la casona al sur de Mar del Plata, y sin haber salido de su habitación, Sofía no deja de insultar a Martín entre llantos y sollozos. Habla telefónicamente con su madre.

-Esa mujer me hizo ver que estamos en letargia crónica, me dijo el canalla. ¡Pero qué hijo de puta! Y yo le preparé una torta para nuestro aniversario… ¡Podés creer! Primero me caga, después me tira la culpa. ¡Qué descarado!

Larga todo junto, sin pausa. Su madre le pide calma, pero los gritos de Sofía resuenan en el teléfono.

-Digas lo que digas, no me calmaré si el hombre al que le di mi vida entera, me lastima así. Y en mi propia jeta. Pasé la noche llorando… no dormí ni un minuto, tengo los nervios destrozados.

Silencio. Habla su madre. Sofía tuerce su boca, mientras tira una copa de vino, haciéndola estallar contra la pared. La interrumpe:

-¡Mamá! Claro que estoy segura, vi fotos, vi fotos con esa turca.

La madre pretende serenarla. Sofía camina de un lado a otro, vocifera:

-¡Por suerte se la pasa trabajando! Vivimos mundos paralelos, me dijo, ¿vos podes creer?. Estoy harta de ser la mujer perfecta.

Escucha. Después pregunta:

-¿Pero porque decís esa pavada? Claro que soy intransigente. Y que se supone que debo hacer, ¿una kermes? No mamá, no… Y a mí que me importa que me de todos los gustos, para eso soy su esposa, para eso me casé ¿no?

Su madre intercede por un par de segundos.

-Que se joda si sus negocios van mal.

Habla su madre. Arremete:

-El trabajo no da dignidad, lo que da dignidad es el dinero. Nos hubiéramos muertos de hambre si papá no le pasaba inversiones para que las maneje. ¡Vos no entendés nada!

Y es lo último que dice Sofía, irritada, antes de cortar la comunicación con su madre.

Se queda parada junto a la ventana. Deja transcurrir los segundos, con la vista perdida en ningún lugar hasta que recuerda las palabras de las malditas gitanas. “Tu maravilla ya fue, es solo pasado. Y tu futuro es peor que el mío”. Su ira se incrementa. Gitanas hijas de puta. Cierra los ojos para quitárselas de su mente.

Se deja caer en el sofá. Aún tiene entre sus manos su iPhone. Fantasea que, en vez de teléfono, fuera un teletransportador de vidas. Que, con solo seleccionar el número correcto, la llevará a su existencia deseada. Una vida distante, donde cada persona nueva que conozca y le pregunte:

-¿A qué dedicás tu vida? Ella pueda contestarle con sincera verdad:

“Por la mañana, desayuno ostras frescas, durante el día me la rasco de variadas maneras. Hacia la tarde como unos canapés de caviar mientras me relajo en un yacusi aromatizado y en la noche visito diferentes clubes, para disfrutar la mirada libidinosa de los jóvenes excitados, a algunos de los cuales, les dejo que saboreen mis tetas. Pero si tu pregunta es referida a mi sustentabilidad económica, fue sencillo. Descubrí que mi marido tenía una amante, de modo que lo asesiné y cobré su millonario seguro de vida. Y ahora no hago nada. Nada de nada”.

Es cuando imagina eso, que aún sin abrir los ojos, comienza a reírse nerviosamente.

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